FUGA DE CEREBROS; ¿UN BILLETE DE IDA Y VUELTA?
De pequeña siempre jugaba a imaginar
el futuro, un futuro no lejano en el que pudiese vivir con tranquilidad,
trabajar en lo que creyese y poder viajar por todo el mundo. Soñaba con pasar
un año en la Antártida, descubrir el Amazonas o vivir en Tanzania… Eran solo sueños.
Como yo, muchos jóvenes españoles
crecían imaginando futuros distintos. Futuros llenos de sueños por cumplir.
Nos
llaman la generación perdida, pero somos la generación mejor formada de todos
los tiempos. Varias licenciaturas, doctorados, masters, ansiábamos comernos el
mundo. Pero resulta que el mundo nos comió a nosotros.
Ahora, con suerte, vivimos en
casa de nuestros padres, trabajamos con contrato precario y pedimos ayuda a la
familia para llegar a fin de mes. Y eso sólo los que tienen suerte. Muchos
otros, con gran espíritu de “movilidad exterior” han tenido que emigrar a otros
países en busca no ya de un futuro, sino de un presente mejor.
¿Si los años les permitirán
volver a España?……mejor no pensar esa cuestión.
Mejor no pensar, porque mientras
la fuga de cerebros sigue ocurriendo, nuestro gobierno no hace nada para
ponerle freno. Todo lo contrario; a golpe de decretos y reformas exprés ponen
obstáculos a la tan esperada vuelta.
Y claro ejemplo de ello es el
artículo del Boletín Oficial del Estado (BOE) del 26 de Diciembre de 2013 del que hemos hablado en los anteriores post. En
la disposición adicional al texto refundido de la Ley General de la Seguridad
Social, se limita la asistencia sanitaria a aquellos españoles que permanezcan
en el extranjero durante más de 90
días y se encuentren en situación de desempleo.
Otra nueva reforma que aleja aún más la idea del regreso a casa. Porque
las cosas en España siguen empeorando.
En materia de Sanidad, primero fueron los inmigrantes irregulares, el
copago farmaceutico y los mayores de 26 años sin trabajo. Ahora los españoles
emigrados. ¿Quiénes serán los próximos?
Y no sólo las políticas sanitarias se ven afectadas. También sufre la
educación, la cultura y los servicios sociales. Esa es la cruda realidad. Reformas
y más reformas que nos recortan derechos sociales que pensábamos estaban bien
anclados en la Constitución Española.
El gobierno anuncia todas estas reformas por y para la sostenibilidad. Y yo podría
llegar a entenderlo si no existieran otras muchas formas de mantener el sistema. Otras
formas tales como una reforma fiscal,
en la que la evasión de impuestos no sea el pan nuestro de cada día y que
aumente la recaudación de las grandes fortunas, y no de otros impuestos
que afectan por igual a todos los tipos de ingresos; una reforma de la financiación de los partidos políticos, que sea capaz
de acabar con la corrupción con la que desayunamos todas las mañanas; y una reforma de las administraciones públicas
que evite las tentaciones de los que tienen el poder. En materia de Sanidad, podríamos apostar por racionalizar
el uso de medicamentos y los
recursos tecnológicos y orientar nuestra atención en los nuevos problemas
emergentes, potenciando la Atención
Primaria y el cuidado a crónicos.
Verdaderamente pienso que una sociedad distinta es posible; eso sí, con las
ganas y la fuerza de toda la población. Pienso en España como un país donde la
gente pueda y quiera vivir, y del que los ciudadanos se vayan verdaderamente
por el “afán aventurero” de conocer nuevos mundos. No sé si, al igual que
cuando era pequeña, estoy jugando a soñar, pero como bien decía Calderón, “la
vida es sueño”, y aunque los sueños, sueños son, prefiero vivir soñando y luchar por la idea de un mundo mejor.
R.L.O.
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